Cuando era niño, Jorge* soñaba con ser policía. Pensaba en cómo sería estar en las filas y usar el uniforme, en las actividades, pero, sobre todo, en ayudar a la gente. Hoy, tras seis años en privación de libertad, los sueños son diferentes y ahora construye un nuevo futuro.

“Estando dentro, reflexioné, pensé mucho y de verdad siento que cambié; que soy otra persona, y que todos esos recuerdos son parte de otra vida. Si tuviera que hablarle a mi yo del pasado, le diría que he cambiado mucho, que ahora estoy más tranquilo, que me siento mejor y estoy enfocado en ser una mejor persona”, así es como Jorge habla de sí mismo, ahora que lleva varios meses en libertad y que ya está dando pasos para asegurar su futuro.

Lleva casi seis meses trabajando en una empresa dedicada a los textiles, su puesto está en serigrafía, y mientras prepara el “pulpo”, las tintas y los marcos, cuenta cómo ha cambiado su vida, y el apoyo que ha recibido de la Dirección de Prevención Terciaria, luego de salir de uno de los centros juveniles de privación de libertad, de la Secretaría de Bienestar Social.

Prevención Terciaria es uno de los programas de la Subsecretaría de Reinserción que se encarga, especialmente, del seguimiento posterior a la sanción que cumplen las o los adolescentes en conflicto con la Ley Penal. El trabajo comienza desde seis meses antes de que cada joven concluya su sanción, comenzando así un plan progresivo para la atención y abordaje.

En este proceso, además de la atención psicológica, se trabaja en la orientación y apoyo educativo, así como la intermediación laboral y emprendimiento. El caso de Jorge es una muestra de cómo se desarrolla el acompañamiento. Los equipos de la dirección le ayudaron a buscar un trabajo y también a inscribirse en la universidad para comenzar su formación en Ciencias Jurídicas y Sociales, en este 2025.

“Cuando salí me asignaron el seguimiento, en las citas me ofrecieron terapias psicológicas, atención de la trabajadora social y pedagogía. Me dieron muchos consejos para salir adelante y eso fue clave para comenzar desde cero”, comenta Jorge, mientras prepara la muestra de un suéter serigrafiado para el pedido de un cliente.

“Le prometí a mis papás que cambiaría y lo estoy cumpliendo”

Durante el cumplimiento de su sanción en el centro de juvenil de privación de libertad, además del tratamiento con los equipos multidisciplinarios, el acompañamiento y apoyo de sus papás fue importante para motivarlo a salir adelante.

“Cuando me agarraron, ya había pasado un año desde que cometí el delito; ya me había alejado del grupo criminal y estaba intentando retomar el buen camino. En ese momento estaba tramitando papelería para trabajar, y mis papás estaban conmigo; enfrente de ellos me dijeron que tenía una orden captura”.

“Me dolió mucho que me vieran, solté lágrimas porque sabía que iba a un lugar desconocido y alejado de ellos. Cuando me llevaron al juzgado me explicaron el daño que había causado, entendí la gravedad de mis acciones y me dieron seis años”, explica Jorge con seriedad.

“Estando adentro, el tiempo pasa lento. Con el tiempo me fui adaptando, recibí ayuda de las trabajadoras sociales, de las psicólogas. Pensaba mucho en lo que había hecho y en lo lejos que estaba de mi familia. Esos lugares -los centros- son feos y no le desearía a nadie estar ahí. No me quedó más que avanzar. Me puse a estudiar, terminé primero básico y llegué hasta bachillerato, participé en talleres de cocina, panadería y repostería; todo me ha servido para cambiar y hacer lo que le prometí a mis papás, ser mejor”, dice Jorge mientras sonríe.

El camino a la felicidad

Si Jorge tiene algo muy claro es que la vida tiene momentos difíciles, y especialmente, retos. Ahora que es un joven fortalecido, y con una visión clara de lo que quiere, sabe que tiene herramientas para manejar su frustración.

“Me siento feliz; llegar a decir esto no ha sido fácil porque siempre hay días complicados, pero ahora sé qué hacer y mi familia es mi mayor motivación. Tengo claro que esta es una segunda oportunidad que no voy a desaprovechar”.

“Apenas voy a comenzar la universidad, pero en cinco años, espero verme como un abogado, listo para trabajar en un juzgado. Con mis papás cada vez más felices y yo, cumpliendo cada día lo que les prometí: ser mejor persona”.

Texto: Cecilia García
Fotografías: Luis Sajché