Cuando Débora volvió a un hogar de protección, su historia no era nueva. Había vivido institucionalizada desde 2021, egresó a finales de 2024 y, unos meses después, su madre solicitó el reingreso. El motivo: desobediencia, consumo de sustancias y un vínculo familiar roto. “La falta de conexión con la mamá afecta gravemente”, explica Cynthia Díaz, trabajadora social de la Residencia Zafiro 1.

Como Débora, más de mil niñas, niños y adolescentes son atendidos en lo que va de 2025 por la Secretaría de Bienestar Social en sus programas de abrigo y protección. Muchos llegan por negligencia, abandono, maltrato, abuso sexual o trata de personas. Vienen con historias difíciles a cuestas. Y aunque reciben atención integral en los hogares, este no es el ambiente recomendado para que pasen su vida, pues el mejor lugar siempre será estar con su familia.

“La institucionalización les protege, pero también deja huellas profundas. Muchas veces, el daño emocional no se ve a simple vista”, comenta la profesional. La separación de la familia, el estigma social, la falta de una red de apoyo o las fallas en el proceso de reintegración son factores que impactan la salud mental de niñas, niños y adolescentes.

No es un secreto que diversos estudios han demostrado los efectos negativos de la institucionalización en el desarrollo infantil. Se ha observado que niñas y niños que han vivido en instituciones presentan mayores dificultades en la regulación emocional, niveles elevados de ansiedad y trastornos del apego . Además, la falta de estímulos adecuados y la ausencia de vínculos afectivos estables pueden afectar el desarrollo cognitivo y social .

En este año, 268 niñas, niños y adolescentes han sido resguardados por la SBS tras sufrir distintas formas de violencia dentro de su hogar, y aunque el objetivo es siempre la reintegración familiar, ese camino no es sencillo. De hecho, el abandono emocional sigue siendo una de las principales causas de reingreso. Algunas madres o padres no pueden, no saben o no quieren continuar el proceso para recuperar a sus hijos.

Siempre hay una esperanza

Aun así, hay historias que avanzan. En este mismo año, 364 niñas, niños y adolescentes han sido reunificados con sus familias, luego de un proceso de acompañamiento y fortalecimiento. Cada una de estas historias representa una esperanza. Pero también un reto.

En los hogares de protección, también se brinda atención diferenciada. 149 niñas, niños y adolescentes con discapacidad leve o moderada reciben acompañamiento especializado. Y para quienes no pueden regresar con su familia, existe una alternativa efectiva y temporal: 50 niñas y niños viven actualmente con Familias Sustitutas, donde crecen en un entorno familiar mientras se define su situación legal.

Y otros como el caso de Débora están conscientes de que es mejor quedarse en el hogar hasta cumplir los 18 años. Pues, aunque deberían estar con sus familias, en las residencias de protección encuentran una guía, reglas, contención y alguien que las y los escuche. Pero la historia de Débora aún no tiene un final. Como en muchos otros casos, el cambio real no depende solo de los adolescentes, sino también de las condiciones del entorno que los espera afuera.

Texto: Carolina Hernández
Fotografías: Archivo SBS

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