Cuando una niña, niño o adolescente bajo abrigo y protección de la Secretaría de Bienestar Social se retira sin autorización de la residencia o durante una actividad fuera del centro, muchas personas lo llaman “fuga”. Sin embargo, el término técnico adecuado es evasión de proceso. Este concepto puede generar confusión, especialmente cuando se asocia erróneamente con privación de libertad o sanciones penales. Pero, ¿qué significa realmente?
Primero, es importante entender que las niñas, niños y adolescentes bajo abrigo y protección no están privados de libertad ni han cometido una falta. Están en un hogar institucional porque sus derechos han sido vulnerados —ya sea por abandono, maltrato, negligencia o situaciones de alto riesgo— y el Estado ha intervenido para resguardar su integridad.
Como explica Yaqueline Alonzo, administradora del Hogar Zafiro 1, “no están privadas de libertad. No pueden ser retenidas con guardias, ni obligadas a quedarse”. De hecho, están allí para recibir atención integral y apoyo mientras un juez resuelve su situación familiar y define medidas de protección a largo plazo.

¿Qué es entonces la evasión de proceso?
Según la trabajadora social Cinthia Díaz, “la evasión de proceso ocurre cuando una adolescente se retira de la residencia o de una actividad externa de forma voluntaria, sin autorización judicial. En ese momento, se activa de inmediato el protocolo de búsqueda a través de la alerta Alba-Keneth”.
Aunque coloquialmente se le llame “fuga”, el uso de este término puede reforzar estigmas o interpretaciones erróneas. La evasión no significa que el adolescente esté cometiendo un delito. Simplemente ha interrumpido su participación en un proceso de protección.

¿Por qué ocurre?
Existen diversas razones que pueden motivar a una niña, niño o adolescente a evadir el proceso, entre ellas:
- Ansiedad por consumo de sustancias: De acuerdo al perfil, muchos ingresan con antecedentes de consumo y el proceso de desintoxicación no es inmediato.
- Audiencias judiciales lejanas: La espera de varios meses para una audiencia puede generar angustia y desesperanza.
- Ausencia de apoyo familiar: En casos de abandono o conflictos severos, algunos adolescentes buscan volver a entornos conocidos, aunque no sean seguros.
Aun así, “la mayoría regresa”, aclara Díaz. A menudo, después de unas horas o días, los adolescentes vuelven por iniciativa propia o son ubicados por las autoridades y reintegrados al proceso.

¿Qué sucede cuando ocurre una evasión?
El personal responsable activa el protocolo para notificar a las autoridades y emitir la Alerta Alba-Keneth. Si el menor de edad es localizado es presentado nuevamente ante el juzgado, que decide si continúa el proceso en la institución o con algún familiar.
No hay sanción o castigo directo por evadirse. Y no se permite el uso de la fuerza para retenerlos, ya que esto podría representar un riesgo físico o legal para el personal. “No se puede correr detrás de una adolescente en plena calle o forcejear con ella. Si ocurre un accidente o lesión, la responsabilidad recae en el adulto”, explica Díaz.

Más allá del término, está la realidad
Cuando hablamos de evasión de proceso, no se trata de delincuencia ni de rebeldía sin sentido. Son expresiones de un dolor acumulado, de un sistema familiar roto o de una larga historia de abandono y abuso. En ese contexto, la evasión se convierte en un grito de auxilio más que en un acto de rebeldía.
Por eso, en los hogares como Zafiro 1, el trabajo no es solo de resguardo. Se cultiva el sentido de pertenencia, se trabaja con metodologías conductuales y se acompaña a las adolescentes desde la empatía y la comprensión. “Aquí no se trata de encerrar, sino de reconstruir”, dice Alonzo.
Texto: Carolina Hernández
Fotografías: Archivo SBS